
Después del gran día en que nos autoricen volver a correr, tras ese primer empacho de kilómetros, unos desatados, queriendo correr mucho y muy rápido, otros más tranquilos, paladeando cada zancada en libertad, sería necesario organizar campeonatos populares de burpees, planchas y sentadillas. Porque creo que, salvo los privilegiados con una cinta en casa o un jardín digno de Floyd Mayweather, la mayoría hemos corrido más bien poco, pero, en cambio, nos hemos hartado de hacer ejercicios para fortalecer nuestras extremidades.
Así que propongo a los organizadores de carreras que antes de lanzarnos de nuevo al trote aprovechemos ese esfuerzo casi diario dentro de casa, salto va, flexión viene, para que tengamos la sensación de que esa obstinación ha servido para algo.
Porque esto ya es desesperante. Casi seis semanas de confinamiento nos están llevando al límite. Al límite de nuestra resistencia, de la paciencia, del tinte que va perdiendo lenta pero inexorablemente ese pulso colosal con el pelo cano, del flotador, que en muchos casos está alcanzando tal perímetro que casi vamos a agradecer que no nos dejen ir a la playa este verano. Nos están llevando al límite, por precaución y sentido común, y ya ni siquiera sabemos cómo saldremos de esto.
En algunos casos, el ‘flotador’ está alcanzando tal perímetro que casi vamos a agradecer que no nos dejen ir a la playa este verano.
Nos recalcan, con la insistencia de los tópicos de esta pandemia, que esto nos hará mas fuertes. Pero yo ya empiezo a dudarlo. Me cuesta creer que este encierro cansino e implacable no nos vaya a dejar una cicatriz en el alma.
Así que hemos llegado a un punto de no retorno en el que cada cual se aferra a lo que puede. Y los corredores, ya lo dije un día, nos asimos a nuestra proverbial resistencia. También lo ve así Diego Torres, autor de unos de los grandes tópicos de esta cuarentena, ‘Color esperanza’, otra de esas canciones que suenan a diario en esas verbenas de balcón que han ido brotando, de calle en calle, en todos los barrios. La número dos de la ‘playlist’ del confinamiento, solo por detrás de ‘Resistiré’. Pues Diego Torres decía en un directo esta semana que él era corredor, que él era maratoniano, y que estaba convencido de que eso le iba a ayudar, le estaba ayudando, a aguantar el encierro con entereza.
Nos queda eso, habernos endurecido con el paso de los años corriendo sin parar, machacarnos estos días a burpees, planchas y sentadillas aspirando la brisa que entra por la ventana como un regalo, y aferrándonos a algunas de las virtudes más valiosas en esta época: la imaginación, la introspección, el mundo interior…
Paciencia. Ya queda una semana menos para volver a correr. Para volver a vivir.
Ídolo
Sublime, as usual