La ley, los protocolos sanitarios y el esfuerzo de los patrocinadores privados para pagar el que sería un espectáculo único tienen la llave para que València logre lo que no consiguieron Nueva York, Berlín, Chicago o Boston.

Tras el lógico, pero aún así triste, anuncio del Maratón Valencia de que no se podrá celebrar una carrera popular el próximo 6 de diciembre a causa de las restricciones sanitarias, las miradas siguen puestas en la organización. Desde la sede Correcaminos no se ha cerrado del todo la posibilidad de poder ofrecer a València y a los aficionados un gran espectáculo deportivo único en el planeta en este aciago año.
Los teléfonos de Arzobispo Fabián y Fuero (sede de Correcaminos) sacan humo estos días recibiendo llamadas de periodistas, federaciones y atletas punteros (hay muchísima vida más allá de Kipchoge y Bekele) que tratan de discernir si el hito histórico de celebrar una carrera de élite sería posible. Hasta ahora, ni Nueva York, ni Chicago, ni Boston, ni Berlín, ni Barcelona o Madrid han conseguido celebrar ningún tipo de carrera. De conseguirlo, València podría albergar el mayor evento de atletismo del mundo este 2020 junto con Londres (o incluso superando a la ciudad británica), que anunció que tendría una carrera de élite reducida.
Pero, ¿es realmente posible poder tener ese ‘regalo’ deportivo? ¿Cuáles son los retos para conseguirlo?
Desde el punto de vista legal
La crisis de la COVID-19 está, en esos momentos comandada por las Comunidades Autónomas que, en complacencia con las leyes estatales, establecen las normativas. La normativa de la Generalitat Valenciana autoriza eventos deportivos de, como máximo, 300 personas.
Por ello, si se cumplen el resto de cuestiones que exigen en la norma (distanciamiento obligatorio, amplitud en las zonas de disputa, público muy reducido, plan sanitario y de seguridad…), es una opción viable. De hecho, no ha pasado desapercibido que la organización ya se ha reunido durante las semanas previas con las principales autoridades estatales y autonómicas para planificar estas opciones. Por lo tanto, tenemos un primer ‘sí’, con 300 atletas máximo.

Desde el punto de vista sanitario
Es uno de los aspectos que más trabajo estará generando en la organización. Los eventos deportivos de máximo nivel deben tener un protocolo de seguridad sanitaria perfectamente medido y con todos sus aspectos controlados.
A nadie le han pasado desapercibidas las medidas de seguridad de la fase final de la liga ACB celebrada en l’Alquería del Basket y la Fuente de San Luis y que generaron el aplauso de la España deportiva. Mientras tanto, otros deportes han tenido sus más y sus menos con estos protocolos, como es el ejemplo del desplazamiento de los jugadores del Fuenlabrada.
Toda la organización, sanitarios y cualquier persona involucrada en el evento se deberá emplear a fondo. De hecho, el 7 de octubre València celebrará el NN València WR Day, un evento con élite controlada para tratar de batir el récord del mundo de 10.000 metros con Cheptegei y que ya tiene su autorización.
Por ello, si se trabaja intensamente y con el buen precedente que hay tras el trabajo del Valencia Basket en la capital del Turia, la segunda respuesta sería: ‘sí’, es posible.

Desde el punto de vista económoco (el gran caballo de batalla)
Saquemos la calculadora. Que si un arco de salida, que si un arco de meta, que si un montaje de un circuito, que si un vallado de muchos kilómetros, que si un cronometraje, que si desplazamientos, que si una retransmisión (obligada por World Athletics), que si pantallas (también obligadas por especificaciones internacionales), controles antidoping, sanitarios, seguridad, cabinas de prensa, avituallamientos… ¿seguimos?
Y claro, que si contratación de atletas y personal del staff (la gente que trabaja en el atletismo tiene la mala costumbre de comer y pagar sus hipotecas y necesitar sueldos por trabajar).
Total, que la fiesta se va a varios millones de euros. Sí, sí, MI-LLO-NES. No es posible organizar este evento de primer nivel mundial con una imagen correcta y profesional a precio de saldo, por mucho que pensemos que sí. Se está proyectando la imagen de una ciudad y un país, y eso vale dinero si se quiere hacer correctamente. El resto serían inventos.
Por tanto, tras haber ofrecido a los corredores la devolución del dinero, la organización ha visto mermada una buena parte de sus ingresos. Y entonces, ¿quién pagaría la fiesta? Pues casi en su totalidad, los patrocinadores privados, encabezados por la Fundación Trinidad Alfonso y seguidos por los EDP, CaixaBank, Coca-Cola, Luanvi, Hyundai, Enervit, Cárnicas Serrano, Isaval…
El dinero público directo que recibe el Maratón Valencia es muy reducido (a pesar de contar con la inestimable colaboración de entidades públicas y sus recursos), aproximadamente es un 3% del presupuesto total y proviene de l’Ajuntament de València y Turisme Comunitat Valenciana. El resto, el 97% debe provenir de las marcas que acompañan a la prueba (si seguimos con el listado anterior, también están en menor medida Prosegur, Mapfre, Vithas, Ecoembes, Adecco, Teika, Bimi, Yamaha…
Por tanto, esa es la respuesta que faltaría contestar: económicamente, ¿es posible? La respuesta depende del gran esfuerzo que hagan la Fundación Trinidad Alfonso como buque insignia y las marcas patrocinadoras. Ellas lo deben pagar, y de esas marcas depende que tengamos un regalo a nivel de los grandes eventos que se han logrado hacer en el mundo este año, que han sido bien pocos. Un regalo llamado Maratón Valencia 2020. Así que, si queremos disfrutar de ese espectáculo sin coste para los espectadores, crucemos los dedos.

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